1 nov 2016

Al Bat

Beto Ávila en la serie del 54
 
Por Jesús Alberto Rubio.

Ha iniciado el sexto gran juego del clásico otoñal entre Indios y los Cubs que se fueron arriba 3-0 en el mismo primer inning… en tanto, por qué no  recordar que Beto Ávila fue parte de la historia de series mundiales cuando vio acción con los Indios de Cleveland en aquella confrontación que tuvieron en 1954 contra los Gigantes de Nueva York.


En aquella jornada otoñal el veracruzano tuvo 15 oportunidades al bat y solamente conectó dos hits para un paupérrimo .133, aunque hay que decirlo: ningún de sus compañeros bateó más de .167. No necesito decirle que NY los limpió en cuatro a pesar de que Cleveland era el gran favorito.

Beto había sido el champion bat (.341) y en esa serie donde también Willie Mays, de los Gigantes, también ostentaba el banderín de bateo (.345) del viejo circuito.

Los Indios habían ganado 111 juegos en campaña y habían cortado la racha de cinco títulos de circuito y de serie mundial –el record vigente—de los Yanquis de Nueva York (de 1949 a 1953).

Al jarocho, quien falleció el 26 de octubre de 2004 a sus 78 años de edad, la afición de la vieja Liga de la Costa del Pacífico tuvo oportunidad de admirarlo con los entonces Trigueros de Ciudad Obregón (1948-49) con quienes jugó solamente 15 partidos.

En el poco tiempo que estuvo mostró su calidad, al batear 21 hits en 57 turnos, para un estupendo .369 de promedio y nadie lo ponchó.

También lució más allá de nuestras fronteras: brilló con gran intensidad en la poderosa Liga de Cuba donde jugó para el Marianao y peleó el título de bateo a Lou Klein, pero terminó segundo con promedio de .323. Klein fue campeón con .324.

Inició su carrera en 1943 con los Pericos de Puebla en la Liga Mexicana de Beisbol, resultando Novato del Año.

Con los Pericos fue campeón bateador del circuito en 1947, al registrar .346, el primer mexicano en lograr ese gallardete  tras que de 1940 a 1946, la corona ofensiva recayó en extranjeros como James Bell, Burnis “Wild Bill” Wrigth (dos veces); Monford Monte Irving, Alberto Hernández y Claro Duany, que ligó títulos en 1945 y 1946.

Se retiró en 1960 con los Tigres, de la Liga Mexicana, que ese año ganaron el gallardete. En su última temporada en la pelota bateó .333 e implantó el récord de 125 carreras anotadas.

Proceso, en 1995, le realizó una entrevista; con gusto se la comparto:
 
 
Verá que también tuve la oportunidad de entrevistarlo múltiples ocasiones, incluso tener charlas vespertinas con él cuando realicé mi servicio social en la dirección de Difusión y Relaciones Públicas del  Ayuntamiento de Veracruz que encabezó entre 1976 y 1979. Por cierto, al término de mi servicio, Beto me daría el puesto de subdirector de esa área dirigida por Teresita Sánchez Niño. Sería u ejercicio de aprendizaje muy enriquecedor y algo por demás inolvidable.

A continuación, cheque el dato, verá:

CATÓN:

Voy a hablar ahora de Chicago y de Pepe “Monterrey” González.

Pepe es persona amable y personaje amabilísimo. Cronista de beisbol, sabe todo lo que hay que saber acerca del Rey de los Deportes, y algo más. Conoce incontables anécdotas de peloteros, mánagers y directivos, y las cuenta con palabra amena o las escribe con elegante estilo.

En días pasados presentó en mi ciudad su más reciente libro, Historia de la Liga Mexicana de Beisbol. En el mismo acto la revista “Beisbol en Línea” entregó reconocimientos a quienes en Saltillo han hecho algo por mantener la tradición de ese gallardo juego. Tuve el honor de contarme entre los recipiendarios.

Mi placa dice: “Periodista, escritor, humanista, su pluma ha sido inspiración para los que amamos el beisbol. El apoyo que nos ha dado no conoce límites; su presencia ha sido indispensable en los grandes momentos que en Saltillo han tenido las Ligas del beisbol mexicano. Hoy agradecemos cada frase que Catón ha escrito sobre nuestro deporte. Por su amor al beisbol ¡muchas gracias!”.

Soy yo quien le agradece su generosidad a Pepe “Monterrey” González, y las valiosas aportaciones que ha hecho a este maravilloso juego que empecé a ver en el regazo de mi padre hace tres cuartos de siglo, y que aún sigo viendo, ahora con mi nieto menor en el regazo.

Viví algún tiempo en Chicago, esa fría, cálida ciudad. La conocí guiado por John Brunetti, alumno mío en la Universidad Interamericana, maestro mío en la vida. John, italiano de origen, aprendió el español viendo películas mexicanas.
 

Anhelo vivamente que tan glorioso equipo se sacuda la maldición que sobre él pesa, y que gane el gallardete. El equipo rival. Cleveland, tiene también su propia maldición, pero no es tan antigua como la de los Cubs.

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