Al
Bat
Beto
Ávila en la serie del 54
Por Jesús Alberto Rubio.
Ha iniciado el sexto gran
juego del clásico otoñal entre Indios y los Cubs que se fueron arriba 3-0 en el
mismo primer inning… en tanto, por qué no
recordar que Beto Ávila fue parte de la historia de series mundiales
cuando vio acción con los Indios de Cleveland en aquella confrontación que
tuvieron en 1954 contra los Gigantes de Nueva York.
En aquella jornada otoñal
el veracruzano tuvo 15 oportunidades al bat y solamente conectó dos hits para
un paupérrimo .133, aunque hay que decirlo: ningún de sus compañeros bateó más
de .167. No necesito decirle que NY los limpió en cuatro a pesar de que
Cleveland era el gran favorito.
Beto había sido el
champion bat (.341) y en esa serie donde también Willie Mays, de los Gigantes,
también ostentaba el banderín de bateo (.345) del viejo circuito.
Los Indios habían ganado
111 juegos en campaña y habían cortado la racha de cinco títulos de circuito y
de serie mundial –el record vigente—de los Yanquis de Nueva York (de 1949 a
1953).
Al jarocho, quien
falleció el 26 de octubre de 2004 a sus 78 años de edad, la afición de la vieja
Liga de la Costa del Pacífico tuvo oportunidad de admirarlo con los entonces
Trigueros de Ciudad Obregón (1948-49) con quienes jugó solamente 15 partidos.
En el poco tiempo que
estuvo mostró su calidad, al batear 21 hits en 57 turnos, para un estupendo
.369 de promedio y nadie lo ponchó.
También lució más allá de
nuestras fronteras: brilló con gran intensidad en la poderosa Liga de Cuba
donde jugó para el Marianao y peleó el título de bateo a Lou Klein, pero
terminó segundo con promedio de .323. Klein fue campeón con .324.
Inició su carrera en 1943
con los Pericos de Puebla en la Liga Mexicana de Beisbol, resultando Novato del
Año.
Con los Pericos fue
campeón bateador del circuito en 1947, al registrar .346, el primer mexicano en
lograr ese gallardete tras que de 1940 a
1946, la corona ofensiva recayó en extranjeros como James Bell, Burnis “Wild
Bill” Wrigth (dos veces); Monford Monte Irving, Alberto Hernández y Claro
Duany, que ligó títulos en 1945 y 1946.
Se retiró en 1960 con los
Tigres, de la Liga Mexicana, que ese año ganaron el gallardete. En su última
temporada en la pelota bateó .333 e implantó el récord de 125 carreras
anotadas.
Proceso, en 1995, le
realizó una entrevista; con gusto se la comparto:
Verá que también tuve la
oportunidad de entrevistarlo múltiples ocasiones, incluso tener charlas
vespertinas con él cuando realicé mi servicio social en la dirección de
Difusión y Relaciones Públicas del
Ayuntamiento de Veracruz que encabezó entre 1976 y 1979. Por cierto, al
término de mi servicio, Beto me daría el puesto de subdirector de esa área
dirigida por Teresita Sánchez Niño. Sería u ejercicio de aprendizaje muy
enriquecedor y algo por demás inolvidable.
A continuación, cheque el
dato, verá:
CATÓN:
Voy a hablar ahora de
Chicago y de Pepe “Monterrey” González.
Pepe es persona amable y
personaje amabilísimo. Cronista de beisbol, sabe todo lo que hay que saber
acerca del Rey de los Deportes, y algo más. Conoce incontables anécdotas de
peloteros, mánagers y directivos, y las cuenta con palabra amena o las escribe
con elegante estilo.
En días pasados presentó
en mi ciudad su más reciente libro, Historia de la Liga Mexicana de Beisbol. En
el mismo acto la revista “Beisbol en Línea” entregó reconocimientos a quienes
en Saltillo han hecho algo por mantener la tradición de ese gallardo juego.
Tuve el honor de contarme entre los recipiendarios.
Mi placa dice:
“Periodista, escritor, humanista, su pluma ha sido inspiración para los que
amamos el beisbol. El apoyo que nos ha dado no conoce límites; su presencia ha
sido indispensable en los grandes momentos que en Saltillo han tenido las Ligas
del beisbol mexicano. Hoy agradecemos cada frase que Catón ha escrito sobre
nuestro deporte. Por su amor al beisbol ¡muchas gracias!”.
Soy yo quien le agradece
su generosidad a Pepe “Monterrey” González, y las valiosas aportaciones que ha
hecho a este maravilloso juego que empecé a ver en el regazo de mi padre hace
tres cuartos de siglo, y que aún sigo viendo, ahora con mi nieto menor en el
regazo.
Viví algún tiempo en
Chicago, esa fría, cálida ciudad. La conocí guiado por John Brunetti, alumno
mío en la Universidad Interamericana, maestro mío en la vida. John, italiano de
origen, aprendió el español viendo películas mexicanas.
Anhelo vivamente que tan
glorioso equipo se sacuda la maldición que sobre él pesa, y que gane el
gallardete. El equipo rival. Cleveland, tiene también su propia maldición, pero
no es tan antigua como la de los Cubs.
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