GONZÁLEZ CONTENTO COMO MENTOR EN WHITE SOX
GLENDALE, Arizona — El bono original que le dieron los Angelinos por su firma al mexicano Miguel Ángel González fue de US$20,000, aunque en su caso lo importante no era el dinero. Ya hablaremos de eso después.
“Yo sólo quería la oportunidad de jugar al béisbol”, dijo González. “Vi el dinero como una forma de ayudar a mi familia”.
Eso fue hace un poco más de 13 años, y el lanzador siempre estará agradecido porque un scout de los Angelinos llamado Abe Flores vio algo en aquel derecho que nadie más había notado. González no tiraba duro, pero tenía cuatro lanzamientos que servían y entendía que lanzar se trataba tanto de localización y movimiento como de velocidad.
Aquel encuentro con Flores fue el inicio de un camino que ha llevado a González a Orioles, White Sox, Rangers y ahora una vez más de vuelta a los White Sox, en un rol en el que el equipo espera sea una presencia veterana dentro de la rotación y un ejemplo para los más jóvenes.
A sus 33 años de edad, González ha experimentado un poco de todo en su carrera, desde lesiones de rodilla y codo hasta no ser protegido por los Angelinos en el Draft de la Regla 5 y, tres años después, ser dejado libre por los Medias Rojas. González lanzó 101 juegos entre 2012 y 2015 para los Orioles y jugó un papel significativo en el renacer de Baltimore como equipo competitivo.
Después de eso, jugó dos temporadas con los White Sox, que el verano pasado lo cambiaron a los Rangers. Y ahora anda otra vez en el sur de Chicago, gracias a un contrato de un año y US$4.75 millones.
El veterano está impresionado con la ola de talento joven que tienen los White Sox y entiende su rol como pitcher y mentor.
“Es emocionante saber que hay tanto talento joven aquí”, dijo. “Y estoy emocionado por verlos jugar. Estoy aquí para lo que necesiten, dentro o fuera del béisbol”.
“La decisión de volver aquí fue sencilla. Los coaches y los peloteros son grandiosos. A mi esposa la encanta Chicago. Es un gran momento para ser parte de esta organización”.
González tuvo altos y bajos en 27 aperturas la temporada pasada, una campaña en la que batalló con una variedad de problemas físicos y de mecánica y que cerró con 4.62 de efectividad.
“Si me mantengo saludable, lo más importante para mí es ser capaz de salir allá afuera cada cinco días y darle a nuestro equipo la oportunidad de competir”, dijo. “Ahora mismo estoy sano y listo para arrancar”.
La ética de trabajo de González es heredada: es hijo de una pareja de padres trabajadores de Los Ángeles. Su padre todavía se levanta a las 4 a.m. para laborar manteniendo el terreno en la universidad Loyola Marymount.
“Le encanta lo que hace”, dijo González. “Tiene sus amigos allí, y se divierte porque ya no trabaja tan duro como antes”.
Pero volvamos al tema del bono por su firma:
“Eran US$10,000 en efectivo y US$10,000 para la universidad”, recordó González. “Le di el dinero a mis padres”.
En cuanto al bono para la universidad, puede sacarlo si el béisbol no le funciona. Y hubo momentos en los que se preguntó si le iría bien.
Pero algo más sobre el dinero. González no tenía mucho al principio de su carrera y después de su primera temporada como profesional fue a jugar pelota en la LMP de su natal México.
¿Por qué México?
“Las finanzas”, dijo. “No tenía mucho dinero y tampoco había ganado mucho”.
La cara se le ilumina con el recuerdo.
“Gané lo suficiente aquel invierno para comprar una Silverado nueva”, dijo. “Mi hermano todavía la tiene”.
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