20 ago 2018

ESTRELLAS DEL BEISBOL

ESTRELLAS DEL BÉISBOL

ORESTES “MINNIE” MIÑOSO EN MÉXICO
(PARTE 3)

Por Héctor Barrios Fernández

Siguiendo con la historia que nos contó Orestes Miñoso en su libro “Sólo Llámame Minnie” acerca de cómo llegó a la pelota mexicana y su experiencia en la misma, nos quedamos en que:

… De 1967 a 1969, continué como manejador y jugador con el equipo de Puerto México…


El equipo de Orizaba había cambiado de ubicación y se había movido a Puerto México, aún un equipo de liga menor y afiliado al equipo “grande” de Jalisco.

Siempre manejando a los muchachos, jugué algunos partidos en Puerto México, pero aún menos cuando hice apariciones con Jalisco.
En 1970, quisieron que tratara de revivir el béisbol en Gómez Palacio. Allí no habían tenido equipo por 16 años. La última persona quien trató de re-establecer el béisbol allá fue Martín Dihigo, el gran cubano Salón de la Fama e ídolo de mi niñez. Yo manejaría a Gómez Palacio por cuatro años y también continué jugando pelota de invierno cada año.

Dejé la Organización de los Charros después de la temporada de 1973 y pasé la mayor parte de los siguientes dos años con el equipo de Puerto Vallarta, que está a sólo cuatro horas manejando desde mi casa en Guadalajara. Jugué primera base y en mi primer año con el equipo, ganamos el título. En la serie de campeonato contra Compostela, jugué un papel importante. La serie fue al mejor de siete juegos y nosotros estábamos liderando la serie 3 juegos a 2. En el sexto juego conecté un cuadrangular que nos dio el campeonato. Después de la ceremonia de premiación algunos de los jóvenes compañeros del equipo me cargaron en hombros. Luego me pidieron que dijera algunas palabras. Fue realmente emocionante.

También jugué en el pequeño pueblo de Cananea, donde fui “coach” e instructor de bateo. Menciono Cananea en particular porque mi hijo Orestes Jr. jugó en el equipo también. Orestes Jr. vivía con su mamá en Evanston, pero siempre nos mantuvimos en contacto. Como lo conté, él fue un sobresaliente atleta en la escuela secundaria, tanto en béisbol como en fútbol. Llegó a México después de jugar en clase “A” y doble “AA” en equipos de la Organización de Kansas City. Antes de venir a México él trató de contactarme, llamó a Edelia y le dijo que quería venir a México y Edelia me llamó para darme la noticia, le dije a ella que le comunicara a Orestes Jr. que no hiciera nada hasta que hablara conmigo, pero nunca me llamó, solamente tomó el avión y vino acá.

Se presentó en León, un equipo de liga menor donde yo estaba manejando. Él no podía jugar allí puesto que era un jugador muy avanzado para esa categoría, ésta, era una liga esencialmente para novatos. Ése fue el motivo por el cual se enganchó con Cananea. Fue una sensación allá, conectó cinco cuadrangulares con la casa llena en dos meses y medio.

Al siguiente año Orestes Jr. vino a jugar para mí en Puerto Vallarta. A este pequeño y pintoresco pueblo mexicano sólo le gusta ganar. De hecho, el equipo de Puerto Vallarta ganaría tres títulos en forma consecutiva y en cada ocasión el pueblo celebraba por tres días con bailes en las calles, comida y bebida. Decir que tomaban el béisbol en serio, sería quedarse corto.

El equipo de Puerto Vallarta estaba limitado por la regla que permitía en un club solamente tres jugadores extranjeros en su plantilla. Sucedió que los otros dos jugadores extranjeros quisieron jugar en otra parte, así que hubo cuarto para los dos Miñosos, Orestes Jr. y yo, jugamos en el mismo equipo otra vez. La liga se organizaba diferente a la mayoría de las ligas en Estados Unidos, la temporada se dividía en dos partes.

Técnicamente un equipo podía finalizar en último lugar en la primera parte de la temporada, pero si finalizaba en primero en la segunda parte, el equipo podría aún estar en la serie final por el título. Eso nos pasó a nosotros. Éramos un equipo muy joven y comenzamos muy mal. Tuvimos problemas de ajuste durante la primera mitad y finalizamos en último lugar. En la segunda mitad, cambiamos totalmente y ganamos  todo.
Padre e hijo estaban en la alineación. Orestes Jr. bateaba de tercero y yo de cuarto. Nunca olvidaré cómo ganamos el juego que aseguró el título para nosotros de la segunda mitad. Fue muy dramático, es material para una película.

Era el séptimo inning, estábamos una carrera abajo con dos corredores en base, Orestes Jr. vino y conectó cuadrangular para irnos arriba por dos carreras, cuando mi hijo cruzó el plato, nos dimos la mano, después me paré en el pentágono y mandé la pelota fuera del campo, exactamente al mismo lugar. La multitud se volvió loca, el “Charro Negro” y su hijo batearon cuadrangulares “espalda con espalda” para darle ventaja de tres carreras a su equipo en el séptimo inning. Todos estaban en éxtasis. Ganamos el juego y fuimos a la serie final por el título, después ganamos el campeonato en siete juegos. “El Charro Negro” y su hijo. ¡Lo logramos!

Pero hubo también problemas a la hora de manejar a tu propio hijo. Tienes que caminar por la delgada línea y no tener favoritismos por un lado y no sobre-recompensar siendo indebidamente duros con los otros. De nuevo podemos aplicar eso al tema familiar. El hijo del jefe es solamente uno más y el jefe tiene que hacer grandes esfuerzos para demostrar que el hijo es uno más de la tropa, a menudo haciéndolo más difícil para él.

Orestes Jr. fue un fino jugador. Su brazo y su habilidad para fildear fueron probablemente mejores que los míos, además él bateó con poder. Verdaderamente creo que tenía el potencial para ser un sólido jugador de Grandes Ligas. Una combinación de mala suerte y pérdida de oportunidades lo dejaron fuera. A menudo creo que si yo hubiera estado en los Estados Unidos para guiarlo, en lugar de estar en México durante el tiempo que su carrera dentro del béisbol estaba por las nubes, las cosas hubieran sido diferentes.

Un ejemplo particular de ese choque entre padre e hijo ocurrió con una pérdida de las señas. Teníamos un jugador que tenía el hábito de perder las señales, él perdió una señal de toque de pelota cuando estábamos perdiendo 3-2 y lo saqué del juego… continuará.

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