ESTRELLAS DEL BÉISBOL
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COMO LO CONTÓ MONTE IRVIN
Por Héctor Barrios Fernández
Cuando a Roger Clemens le tocaba lanzar en el estadio de los Yankees,
antes de iniciar el cotejo iba hasta la placa de Babe Ruth ubicada en el
jardín central, a manera de veneración y como una forma de presentar su
admiración y respeto por el “Bambino,” le tocaba la frente.
Cada vez que tengo en suerte acudir al estadio AT&T de San Francisco,
procuro hacer un alto en las estatuas de Willie Mays y Juan Marichal, en
las placas de tanto héroe que los Gigantes han tenido a través de su
rica historia, desde sus gloriosos años en New York hasta el día de hoy.
Dichas placas se encuentran incrustadas sobre la pared del estadio que
da a la calle King, que a pocos metros rumbo al Bay Bridge ésta se
convierte en Embarcadero Boulevard.
Dentro de este grupo de estatuas y palcas de reconocimiento que
calladamente se patrocinan con fondos públicos, de los Gigantes,
empresas privadas y sobre todo de aficionados, se encuentra la de Monte
Irvin quien jugara por algún tiempo en nuestro país. Me coloco frente a
ellas, digo o pienso algunas palabras que procuran ser de agradecimiento
por todo lo que nos brindaron y siguen brindando dentro del béisbol,
después me retiro a presenciar el partido del día.
Lo mismo ocurre en San Diego con la estatua de Tony Gwynn que visité en
días pasados y que ahora se encuentra muy bien acompañada por la de
Trevor Hoffman.
En dos o tres ocasiones tuve la suerte de estar frente a la estatua de
Don Héctor Espino González, ésta, estaba ubicada en la explanada del
estadio que aún lleva su nombre en Hermosillo, Sonora. Luego,
deteriorada y todo fue colocada allá, lejos, casi en el monte, de no ser
porque la pusieron al lado de la avenida que lleva al estadio Sonora,
entiendo que ahora felizmente espera ser ubicada dentro de las
instalaciones del flamante y moderno estadio, como debió ser desde un
principio.
Pues bien Monte Irvin, dijo en una ocasión que:
“Algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos exhibieron sus
grandezas en los campos de prueba de los estadios de las Ligas Negras.
(ya sabemos que fueron varias Ligas Negras).
Me considero muy afortunado de haber sido testigo de esta parte de la
historia del béisbol, siendo un jugador de las Águilas de Newark dentro
de la Liga Nacional Negra.
Durante los años que estuve con las Águilas, tuve el privilegio de jugar
con y contra muchos peloteros que ahora están en el Salón de la Fama.
Déjeme comenzar por mis compañeros. Nuestro parador en corto, Willie
Wells que en México le decían el “Diablo,” fue un excelente fildeador,
podía correr y fue un buen bateador. Él fue parte del cuadro del millón
de dólares de las Águilas, junto con el tercera base Ray Dandridge.
(Recordemos que en México existió muchos años después el cuadro del
millón de pesos de los Tigres de la Ciudad de México).
He visto a muchos terceras bases, pero nunca he visto a alguien que
llegue la pelota más rápido a primera base que Dandridge. Él salía de la
nada con sus tiros y no importaba si la pelota era bateada fuerte o
suave, él pondría fuera a los corredores por solamente un paso.
Mule Suttles fue conocido mayormente por su bateo. Fue uno de los
mejores bateadores de curvas que jamás he visto y podía batear la pelota
tan lejos como cualquiera.
Leon Day, (que vimos jugar en 1940 con Azules de Veracruz y 1947 y 1948
con Diablos Rojos) gato rapidísimo, también un gran lanzador. Además de
su bola rápida, tenía una gran curva y mejor control. Tenía corazón de
león y podía mantenerse tirando tan duro por tanto tiempo como él
quisiera.
En 1946 cuando nosotros ganamos la Serie Mundial Negra, Biz Mackey fue
nuestro manejador. Biz había sido el mejor receptor de la liga, antes
que surgiera Josh Gibson. Años antes Dick Lundy manejó a las Águilas por
una cuantas temporadas. Su apodo fue “King Richard” porque en sus
primeros días, era el rey de los paradores en corto. Lundy debería estar
en el Salón de la Fama.
El mejor equipo en nuestra liga fue el de los Grays de Homestead quienes
eran realmente poderosos con Josh Gibson y Buck Leonard. Josh fue un
jugador nacido para jugar béisbol. Tenía un gran físico con una gran
fuerza en la parte superior de su cuerpo que generaba tremenda velocidad
en el bat. Su poder era increíble. Fue muy audaz en el pentágono y un
gran bateador oportuno. Atrás de él estaba Buck Leonard. Buck no bateaba
las pelotas tan lejos como Josh, pero también bateaba cuadrangulares.
Tenía uno de los bats más rápidos que jamás he visto y se daba un
banquete con los lanzamientos rápidos.
Otro jugador de élite que quiero mencionar es Bill Wright. Bill fue un
hombre bastante grande y el más rápido que vi de ese tamaño. Podía
correr como venado y fue un maestro en tocar la pelota. (Por cierto
murió en el Estado de Aguascalientes en donde era dueño de un
restaurante)
Sin duda alguna que debería estar en el Salón de la fama.
Miré a Oscar Charleston cuando jugaba la primera base para los Crawfords
de Pittsburgh. Fue un excepcional bateador. En sus inicios jugaba el
jardín central, era el Willie Mays de esa era.
Pero déjeme decirle algo: Yo jugué con Willie con los Gigantes y nadie
en el mundo jugó el jardín central mejor que Willie Mays. Charleston era
agresivo y fuerte. Él y Gibson provocarían un debate en el dugout acerca
de quién era más fuerte y se tomarían uno al otro y lucharían como dos
grandes elefantes. La mayoría de las veces terminaba en empate.
En la Liga Americana Negra hubo muchos jugadores talentosos. Entre los
mejores conocidos, por supuesto, Satchel Paige. Él era natural, no tenía
miedo, era inteligente y se tenía confianza. Pensaba que podía poner out
a todos. La primera vez que le vi, no lanzaba curvas. Sólo tiraba
pelotas rápidas, adentro y afuera, arriba y abajo.
Entre los compañeros de Satchel con los Monarcas de Kansas City, se
incluían a Hilton Smith, Willard Brown y Buck O’Neil. Hilton tenía una
gran curva que era casi imbateable. Willard fue su bateador de poder, él
mataba la bola rápida, además era veloz. Cuando fue a los Cafés de San
Luis, lo tuvieron que enviar a las menores por dos meses, para que
aprendiera cómo se hacían las cosas en las Ligas Mayores.
Buck fue un elegante primera base y muy buen bateador. Creo que está en
el Salón de la Fama por sus contribuciones al béisbol.
En México jugué contra Martín Dihigo en 1942. Martín lo podía hacer
todo. Jugó todas las posiciones menos de cátcher. Como lanzador, él fue
el Satchel Paige de Latinoamérica. Era muy alto y con elegantes formas
en su caminar.
Es siempre gratificante ver jugadores de las Ligas Negras que son
reconocidos por su grandeza como jugadores y por su contribución al
béisbol. Me quito el sombrero ante estos jugadores que son
representativos de todos los que jugaron en la Ligas Negras.”
Sirva este artículo para recordar a Monford Merrill “Monte” Irvin y a
todos los peloteros que formaron parte de las Ligas Negras para no
olvidar su ejemplo, coraje, arrojo y las condiciones en las que tuvieron
que desenvolverse en la época que les tocó vivir.
Para mayor información en:
http://beisboldelosbarrios.com/index.php/por-los-rumbos-de-cooperstown-y-mexico-2da-parte/
http://beisboldelosbarrios.com/index.php/por-los-rumbos-de-cooperstown-y-mexico-1ra-parte/
http://beisboldelosbarrios.com/index.php/por-los-rumbos-de-cooperstown-y-mexico-4ta-parte/
Espero sus amables comentarios en: info@beisboldelosbarrios.com
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