Ruth Turner metió en su mochila un libro nuevo para llevar la anotación de las jugadas y salió de su apartamento ubicado en el Upper East Side de Manhattan para tomar el tren de la línea cuatro con destino al Yankee Stadium en el Bronx.
Se acomodó donde se suele sentar en la sección 105, detrás del jardín derecho, para ver el enfrentamiento entre los Yanquis y los Mets.
Ruth, quien ha llevado las estadísticas durante más de veinticinco años, de sus 92 años de edad, prácticamente no tuvo que consultar el marcador del estadio para anotar las alineaciones de los dos equipos en su hoja de resultados, donde además apuntó los promedios de bateo, las posiciones en el campo y otra información.
Cuando los Yanquis tomaron sus posiciones en el campo, Ruth Turner se acomodó en su asiento: marcaba las jugadas con la mano derecha mientras sostenía con la izquierda un radio de bolsillo marca Sony junto a su oreja, para escuchar la transmisión del partido.
No es una aficionada deportiva promedio. Es conferenciante y entusiasta del teatro, además de ser asidua a los espectáculos de ópera y ballet del Lincoln Center. Sin embargo, su amor más grande son los deportes, en especial el béisbol.
“Para mí, el béisbol es vida y el ritmo vital”, comentó Ruth Turner, quien a veces asiste a los partidos vespertinos de los Yanquis antes de ir a una función nocturna en la Ópera Metropolitana.
“Cuando me siento en la ópera, pienso: ‘¿Quién más estará aquí que haya estado hace rato en el estadio de los Yankees?’”, dijo al tiempo que soltó una risa.
Ella tiene un abono para ver los cuarenta partidos de local que juegan los Yanquis en la temporada, así como lo que ella llama su “gusto culposo”: un plan de veinte juegos para ver a los Mets, el rival local, en el Citi Field en Flushing. También tiene un abono de veinticinco juegos para ver a los Knicks de Nueva York de la NBA en el Madison Square Garden.
Su hábito de tomar el metro para ir a los partidos, por lo general sola, se ha vuelto más difícil de realizar esta temporada. Hace un año, le diagnosticaron cáncer de apéndice que se le ha esparcido por todo el cuerpo. Es relativamente indoloro, aseguró, pero ahora es intratable. “Se podría decir que es el cáncer etapa IV más agradable que se puede tener”, comentó. “Mi doctor ve que tengo una vida muy especial y me dice que la disfrute”.
Por lo tanto, su agenda sigue llena de citas para almorzar y cenar, y de eventos nocturnos. “Salgo todas las noches”, mencionó. “Tengo una agenda de locos, llena de actividades”.
No ha dejado de ser optimista y discute abiertamente su padecimiento médico con muchos de sus amigos del estadio. “Cada vez que vengo a un juego, Ruth dice: ‘Sigo aquí’”, comentó Graceann Flaherty, de Brooklyn, quien tiene un abono para toda la temporada y se sienta al lado de Ruth en el Yankee Stadium.
Ruth creció en Manhattan y Westchester. Hizo sus estudios universitarios en el Smith College, y después fue Yale, donde obtuvo el grado de maestría en Ciencias Políticas. Cuando fue redactora en la sección de Deportes de United Press International (UPI), comenzó a ir a los partidos de los Yanquis y vio a gente del calibre de Joe DiMaggio, recordó.
Tuvo cuatro hijas y trabajó en Consumer Reports, donde también estuvo a cargo de las quinielas de fútbol americano de la oficina. Tras su divorcio en 1990, compró un abono para toda la temporada de los Yanquis y empezó a llevar las estadísticas en viejos libros que acumula en un cajón de su apartamento, el cual está amueblado con muy buen gusto: obras de arte y dos afiches grandes de Reggie Jackson.
Conoció a su segundo marido por medio de un anuncio personal en The New York Review of Books y se casó con él en 2000. Él murió en 2015. “Era un matrimonio ideal: cada quien tenía su propio apartamento y agendábamos citas para vernos”, me comentó mientras íbamos en un tren de la línea cuatro con dirección al juego entre los Mets y los Yanquis, donde casi la mitad del vagón iba atenta a la plática.
Los Mets obtuvieron una ventaja temprana y, a pesar de los vítores y gritos estridentes que la rodeaban, Ruth anotaba con calma cada jugada y escuchaba su radio. Se le vio apenas contenta cuando Eric Capstick, un camarógrafo del estadio, se acercó y apuntó la cámara hacia ella para enviar su imagen a la pantalla gigante del estadio.
Dijo que el pronóstico de su cáncer no era claro, pero cada día se siente más cansada y débil. Si camina media cuadra, por un momento se queda sin aliento. No obstante, es una mujer que espera muchas horas en los juegos que se retrasan a causa de la lluvia y es muy poco probable que se vaya antes de que acabe un partido.
“He visto cómo regresan los Yanquis después de estar ocho carreras abajo”, mencionó. “Uno simplemente no se da por vencido”.
Ruth Turner dijo que seguirá con su vida de la forma más activa posible y continuará como la mujer que registra los marcadores no oficiales de la sección 105 mientras pueda. Planea asistir a las finales si los Yanquis llegan, pero no ha renovado su abono para el siguiente año. Sin embargo, destacó que, aunque es inevitable que haya comenzado a reducir sus actividades, llevar las estadísticas en los partidos de los Yanquis seguirá siendo su prioridad. “Será lo último que deje de hacer”.— The New York Times
“Mi doctor ve que tengo una vida muy especial y me dice que vaya y la disfrute”
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