Dorado.- La cita era a las 2:00 p.m. frente al parque de pelota Jesús “Mambé” Rivera Kuilan, del barrio Espinosa.
En ese lugar, donde el estelar receptor de los Cardenales de San Luis en las Grandes Ligas, Yadier Molina, se crió y comenzó a jugar béisbol, se repartieron hoy juguetes para los niños y niñas que llegaran hasta allí.
No sería una repartición cualquiera. Esta fue organizada y dirigida por Molina junto a la organización que creó junto a su esposa, Wanda Torres, la Fundación 4.
Para Molina, es su forma de agradecer y reciprocar todas las bendiciones que ha recibido.
“La idea es que los muchachos reciban la alegría y las bendiciones que Dios me ha dado”, expresó Molina en un aparte con El Nuevo Día antes de participar en la actividad.
Molina conversó con este diario en la sala de la casa de su madre, Gladys Matta, ubicada justo al frente del mencionado parque. Estaba rodeado de sus familiares más cercanos y de vecinos, que hablaban alegremente en un compartir navideño.
“A mí me gusta ayudar. Me gusta servirle al pueblo. Papito Dios me ha dado muchas bendiciones, y poder darle al pueblo es algo que me llena”, agregó el jugador, que ha aprovechado sus vacaciones navideñas en Puerto Rico para, entre otras cosas, compartir en familia, visitar pacientes pediátricos y compartir con jóvenes cuyo sueño era conocerlo.
De estas últimas actividades no habla mucho. Es algo que prefiere hacer por su cuenta, sin convocar a la prensa.
“Ver la cara de los nenes bien contentos es una experiencia súper bonita. Y los familiares y los papás. Ahora mismo conocí un muchacho que deseaba conocerme. Vino aquí (a la casa de su mamá) hace par de horas. Voy a conocer otros más que vendrán porque saben que estoy aquí. A mí me encanta conocer esos nenes. Pero no me gustan hacer muchas cosas que llamen la atención porque yo no soy así. A mí me gusta hacer las cosas de corazón. Esto me llena mucho”, puntualizó.
Santa Claus y Spiderman dicen presente
El camión que trajo los cientos de juguetes que se distribuyeron arribó al lugar de la entrega a las 3:00 p.m. acompañado de una guagua de sonido desde la cual se escuchaba salsa y música navideña. Una vez el furgón se estacionó, un grupo de personas comenzó a desmontar los obsequios.
Había juegos de mesa, muñecas, carritos, plastilina, entre otros artículos.
Mientras las personas acomodaban las cajas de juguetes en las mesas que se pusieron bajo una carpa blanca, los hijos de Molina, Yanuel y Ariana, brincaban alrededor de ellas intentando ver el contenido. Se miraban entre ellos, se reían y cuchicheaban.
Al mismo tiempo, los progenitores de los chicos y chicas que acudieron a la entrega de regalos hacían la fila para que sus hijos pudieran correr y jugar. Muchos decidieron pasar el tiempo en una casa de brincos que había unos metros más abajo de la carpa.
Cerca de las 3:25 p.m., Molina salió de la casa de su mamá acompañado de su esposa, Santa Claus y el Hombre Araña. Todos tomaron sus lugares, y comenzó la magia.
Los chiquitines tomaban sus obsequios y pasaban a retratarse con el destacado jugador, Santa y el Hombre Araña. Luego, salían para volver a subirse a la casa de brincos o se iban.
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