CLEVELAND - Las emociones se apoderaron de Roberto Pérez mientras el receptor de los Indios miraba por la ventana del avión durante su viaje a Puerto Rico en octubre. Al acercarse a San Juan, capital de la isla, Pérez veía árboles caídos en medio de las carreteras y lonas azules donde antes había techos.
A medida que se acercaba al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, Pérez empezó a comparar las imágenes que tenía en su mente de su tierra natal - verdor abundante y aguas azules - con la devastación que estaba viendo. Pérez pensó en su madre y en que su casa estaba entre las tantas estructuras destruidas por los fuertes vientos del Huracán María, que azotó a la isla en septiembre.
"Empiezas a ver [la destrucción] desde el avión y piensas, 'Wow'", dijo Pérez. "Fue difícil y lo viví por varios días. Fue horrible".
Pérez ha pasado casi todo el receso de temporada en su nueva casa en las afueras de Cleveland, pero ha viajado a Puerto Rico un par de veces desde que terminó la temporada de Grandes Ligas. Esta semana, Pérez estará en la Isla del Encanto para las Navidades y hay un regalo especial que tiene en mente: quiere hablar con su mamá, Liliam Martínez, sobre la búsqueda de una nueva casa.
Cuando María, un huracán categoría 5, tocó tierra el 20 de septiembre, los Indios estaban en Anaheim enfrentándose a los Angelinos. Tanto Pérez como su compatriota y compañero de equipo, el torpedero Francisco Lindor, se sentían desesperados mientras sus familiares buscaban amparo a miles de millas de distancia. La tormenta dejó a más de tres millones de personas en Puerto Rico sin luz eléctrica. Pérez y Lindor tuvieron que esperar varios días para poderse comunicar con sus seres queridos.
En Mayagüez, en el oeste de la isla, la casa en la que Pérez se crio sufrió daños serios. Durante su visita en octubre, el puertorriqueño vio los daños por primera vez, pero señala que todo lo que se perdió fue material y que lo más importante para él era que su familia estaba a salvo. Pero eso no significa que haya sido fácil digerir lo que estaba viendo.
"Cuando fui y lo vi con mis propios ojos, fue triste", dijo Pérez. "Ese fue el lugar en el que pasé toda mi vida. Fue la casa en la que me crié. Verla así fue triste, pero me hizo recordar todo lo que mi mamá ha hecho por mí y cómo quiero ayudarla ahora. Es triste, pero ella merece una nueva casa".
Cuando habla acerca de su mama, Pérez suele decir lo mismo: "Ella fue mi papá y mi mamá".
Los padres de Pérez se divorciaron cuando él tenía apenas un año. Su mamá manejaba camiones en Puerto Rico y, como ex jugadora de softbol, le inculcó a su hijo el amor por la pelota. Pérez tiene tatuado el nombre de su madre en la muñeca derecha, para siempre tener presente el apoyo que ha recibido de ella. Esa es la mano que usa para pedir pitcheos y atrapar a los corredores en las bases.
Ahora, Pérez, quien en abril firmó una extensión de cuatro años con Cleveland, quiere ayudar a su mamá.
"Es una bendición", expresó Pérez. "Es maravilloso firmar un contrato y contar con esa seguridad económica para poder ayudar. Ella hizo todo por mí cuando era un niño. Me crio. Entonces, poder ayudarla y poder decirle que estaré ahí para ella es algo especial".
A principios de diciembre, Pérez regresó a Puerto Rico para formar parte del torneo de softball y festival de jonrones de celebridades que organizó el receptor de los Cardenales, Yadier Molina. Lindor también se encontraba entre los jugadores puertorriqueños en unirse a la causa, la cual benefició a la Fundación 4 (organización sin fines de lucro creada por Molina) y recaudó dinero para ayudar a los damnificados del Huracán María. Más de 20,000 fanáticos llenaron a capacidad el Estadio Hiram Bithorn de San Juan, y más de US$200,000 fueron recaudados.
En la próxima temporada, los Indios regresarán al Estadio Hiram Bithorn, el cual sufrió algunos daños tras el paso del ciclón por la zona, para disputar una serie de dos partidos contra los Mellizos el 17 y 18 de abril. Pérez mencionó que él y Lindor han estado hablando sobre lo especial que serán esos dos juegos para Puerto Rico, especialmente durante el proceso de reconstrucción por el cual está atravesando la isla.
"Con todo lo que pasaron con el huracán", dijo el receptor, "poder ir al parque y ver un juego de Grandes Ligas, probablemente sea algo grande para ellos. Pueden salir de la casa y vivir algo diferente. Estoy seguro, más que nada, de que esto tendrá un valor más para ellos que para nosotros. Y como puertorriqueño, estoy deseoso de jugar en Puerto Rico. No veo la hora de hacerlo".
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