NACIMIENTO DE LOS ESTADIOS MODERNOS
ESTRELLAS DEL BÉISBOL
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NACIMIENTO DE LOS ESTADIOS MODERNOS
Por Héctor Barrios Fernández.
Cerca de medio siglo después del primer parque cerrado, el Union
Grounds, que abrió en Brooklyn, en 1862, todas las instalaciones para
béisbol fueron construidas de madera. Incluía grandes estacionamientos
como el South End Grounds de Boston, el West End Grounds en Chicago,
el original Polo Grounds en New York y el Baker Bowl en Filadelfia.
Además tenía grandes y cómodos asientos, otra característica que este
y otros parques de los 1800s tenían, era el peligro de incendiarse.
Gran cantidad de parques de pelota de madera de esos días fueron
dañados, tanto completa como parcialmente por el fuego. Algunos
incendios ocurrieron cuando los juegos estaban en proceso y las gradas
estaban llenas de aficionados.
El Sportman Park de San Luis fue golpeado por el fuego en 1892, de
nuevo en 1898, por cierto que el de este año dejó por lo menos cien
heridos cuando las puertas cerradas impidieron la fácil salida desde
las gradas y muchos aficionados tuvieron que ser llevados hasta el
terreno de juego por los mismos jugadores, con la finalidad de
ponerlos a salvo.
Otro potencial peligro de los viejos parques de madera fue que
colapsaran las gradas. Este fue el destino del League Park en
Cincinnati precisamente en su día inaugural en 1884. El mismo parque
también enfrentó al fuego en dos ocasiones. En 1902 el dueño del
equipo John T. Brush intentó dejar esos problemas atrás y construyó
unas nuevas instalaciones que ofrecía gradas mayormente de concreto y
acero. Nombrándolo como el “Palacio de los Aficionados,” finalmente
este parque fue dañado también por el fuego.
Sin embargo Ben Shibe estaba en lo correcto, cuando construyó un nuevo
tipo de estadio para sus Atléticos de Filadelfia en 1909. Junto con el
Forbes Field de Pittsburgh, el cual abrió un año más tarde, el Shibe
Park fue el primer parque construido verdaderamente a prueba de fuego.
Construido de acero y reforzado con cemento, el adornado parque de
pelota fue forrado con ladrillo rojo y terracota en la fachada
exterior. Una torre abovedada a la entrada y ventanas arqueadas,
evocaban el estilo del renacimiento francés. Fue como la “Catedral del
Béisbol.”
Además de proporcionar mayor seguridad y un ambiente de lujo, la
amplitud del Shibe Park permitió una mayor capacidad para albergar a
los fanáticos. Mientras que el anterior estadio de los Atléticos, el
Columbia Park, tenía gradas de madera que podía acomodar a 10 000
espectadores, el Shibe Park tenía una capacidad de 23 000 aficionados
aproximadamente en su construcción original. Aproximadamente 30 000
personas asistieron a la inauguración el 12 de abril de 1909. Un
cálculo de 675 000 aficionados desfilaron por las puertas del Shibe
Park durante la primera temporada, fue la más grande asistencia a un
estadio de la Liga Americana en 1909.
El éxito de la innovación de Ben Shibe y de Barney Dreyfuss en
Pittsburgh, obligaron a una completa revolución de los parques en años
por venir.
Los Cafés de San Luis comenzaron a reemplazar las gradas de madera del
Sportman Park con unas de acero y concreto en 1909, terminaron el
reemplazo unos años después. Los Indios de Cleveland mejoraron el
League Park con nuevas gradas de acero y concreto en 1910.
Después de eso se dejó venir una nueva ola de nuevas instalaciones de
acero y concreto en Chicago con el Comiskey Park en 1910 y el Wrigley
Field en 1914, en Boston con el Fenway Park en 1912 y el Braves Field
en 1915, el Crosley Fiel de Cincinnati en 1912, el Nevin Field,
después Tigers Stadium en Detroit en 1912 y en Brooklyn en 1913 con el
Ebbets Field. Los Gigantes de New York y los Senadores de Washington
reconstruyeron completamente sus estadios de madera, el Polo Grounds y
el Griffith Stadium respectivamente, después de quemarse en 1911, se
emplearon materiales a prueba de fuego que se pusieron muy de moda.
Al final de la década de los 1910s, los únicos equipos sin un nuevo
estadio o reconstrucción de los existentes donde realizaban sus juegos
fueron los Cardenales de San Luis, quienes se cambiaron al Sportman
Park de los Cafés en 1920, los Filis de Filadelfia, quienes
permanecieron en el parcialmente construido de acero y concreto Baker
Bowl hasta que compartieron con los Atléticos el Shibe Park en 1938,
el cual fue renombrado como Estadio Connie Mack en 1953 y los
Highlanders de New York, que aún no se llamaban Yankees, quienes
pagaron renta a los Gigantes por usar las instalaciones del Polo
Grounds de 1913 a 1922.
Los Gigantes cada vez más cansados y enojados de ver el crecimiento de
sus entenados y su mega estrella, Babe Ruth, consiguiendo cada vez más
la atención de los aficionados y los medios, los Gigantes corrieron a
los Highlanders del Polo Grounds y de la Isla de Manhattan.
Sin embargo los dueños de los Highlanders, Tillinhast L’Hommedieu
Huston y Jacob Ruppert rieron al último. En un sitio del Bronx,
exactamente al otro lado del río y frente al Polo Grounds, los
rebautizados Yankees abrieron un gran estadio con capacidad para 58
000 aficionados con tres pisos de graderías y presentando el poder de
Babe Ruth y su “Línea de Asesinos.”
Verdaderamente un estadio y no un simple parque, el estadio de los
Yankees podía albergar a 18 000 aficionados más que el segundo parque
más grande en ese tiempo, que era el Braves Field.
Mientras que el Shibe Park fue construido por la entonces increíble
suma de 315 000 dólares en 1909, el Yankee Stadium costó el
astronómico precio de
2 500 000 dólares, más la suma de 600 000 dólares solamente por el
terreno donde se construyó.
Tal y como Ben Shibe lo había hecho en su momento, el Yankee Stadium
cambió la manera de ver las instalaciones para béisbol. Pero mientras
los equipos hicieron continuas mejorías y expansiones a sus estadios,
ningún estadio fue construido especialmente para béisbol por cerca de
40 años desde que el Yankee Stadium abrió. El estadio de Cleveland
para 80 000 aficionados fue construido en 1932, pero fue una
instalación multiusos, ya que servía tanto a los Indios como a los
Browns de la NFL, cabe destacar que los Indios continuaron realizando
algunos juegos de casa en el pequeño League Park de 1934 a 1946.
Después de dejar Boston en 1953, los Bravos se mudaron al County
Stadium de Milwaukee, el cual fue originalmente construido para un
equipo de liga menor con la esperanza de que algún día tendrían un
residente de Ligas Mayores. Esta fue una historia muy parecida del
Estadio Metropolitano en Minnesota, el cual llegó a ser un estadio de
Ligas Mayores cuando los Senadores de Washington se mudaron a
Minnesota y se convirtieron en Mellizos en 1961, después de que por
cinco años fue la casa de los Millers.
El Estadio Municipal de Baltimore había sido por mucho tiempo un
parque de liga menor, construido en 1922, cuando los Cafés de San Luis
se cambiaron y llegaron para ser los Orioles de Baltimore en 1954, lo
mismo con el Estadio Municipal de Kansas City, antes fue casa de los
Atléticos desde 1955.
Cuando los Gigantes y los Dodgers se fueron al otro extremo de los
Estados Unidos, para acomodar al béisbol de Grandes Ligas en la costa
oeste, ellos tuvieron que acondicionar las instalaciones de parques de
liga menor hasta que los nuevos estadios fueran construidos.
Cuando los Atléticos de Filadelfia iniciaron la construcción de su
obra maestra de acero y cemento en abril de 1908, Ben Shibe no se
imaginó que continuaría el nacimiento de otros parques. En los
siguientes 15 años el béisbol sería agraciado con una colección de
“joyeros” o “cajitas para guardar joyas” que, en muchos casos,
sirvieron a sus equipos y al béisbol hasta la segunda mitad del siglo
XX y en algunos casos, aún hasta el siglo XXI.
Todavía nos quedan joyas como el Fenway Park de Boston (1912), el
Wrigley Field de Chicago (1914) y si Usted quiere, aunque mucho más
nuevos el Dodger Stadium (1962), Angel Stadium y el Coliseo de Oakland
(1966).
Y pensar que aquí en mi pueblo no hace mucho existía en “Antonio
Palacios,” “toditito” construido de madera como en los viejos tiempos,
al igual que el “Benito Juárez” en Tijuana y el “Parque Hidalgo” en
Mexicali y seguramente en cada ciudad había al menos uno de esos como
el parque “Delta” en la ciudad de México. No le digo que eran bonitos,
lo que si digo es que la nostalgia es la nostalgia.
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