La ruptura con el entrenador Manny Siaca le pasó cara factura a Chapo.
El 21 de noviembre de 1987, Rosario enfrentó a Julio César Chávez en Las Vegas. La promoción del megacombate estuvo a todo dar. Rosario fue particularmente agresivo con sus comentarios respecto a su rival, lo que enfureció a Chávez, quien por su parte fue muy parco.
Rosario entrenó bajo la tutela de Lalo Medina, un conocido entrenador local quien comenzó su carrera como asistente de Siaca. La noche de la pelea, Rosario lucía en óptimas condiciones físicas.
En varias ocasiones, sin embargo, Siaca le indicó a El Nuevo Día que Rosario llegó a ese combate rodeado de malas influencias, demasiado confiado y desenfocado mentalmente.
“Lalo lo puso en buena condición física, pero en la mente él no estaba bien”, recordó Siaca padre durante una conversación con este medio en 2012.
Una revisión de la transmisión televisiva del combate parece darle la razón. Chapo subió al ring acompañado de séquito y de su buen amigo, el entonces prospecto peso completo Mike Tyson. Lucía seguro de sí.
Tras la campana inicial, los gladiadores se encontraron en el centro del ring y comenzaron a intercambiar. Pero en menos de un minuto, la presión en avanzada que aplicaba Chávez convenció a Chapo de retroceder.
Cuando Chapo llegó a su esquina al final del primer asalto, Medina le dijo: “Trata de no meterte en las sogas. ¿Ok?”.
La respuesta de Rosario demostró el problema serio que había en el equipo.
“No me estés diciendo lo de las sogas mucho”, le contestó el púgil a su entrenador, como avisándole a Lalo que no tendría mucha paciencia con él en esa velada.
“Cállate la boca”, fue la respuesta de Medina, con un tono molesto.
El intercambio fue evidencia de que desde el primer round en la esquina de Rosario había dos jefes. Chávez desmanteló a Rosario, venciéndolo por nocaut técnico en el undécimo asalto.
El 14 de junio de 1991 en Sacramento, California, Rosario noqueó en tres asaltos a Lorenzo Garza para ganar el campeonato de la AMB en las 140 libras, lo que lo convirtió en campeón mundial de dos divisiones.
Fue su última victoria de relevancia internacional. Perdió el título en su primera defensa, cuando el poco conocido nipón Akinobu Hiranaka lo noqueó en un asalto el 10 de abril de 1992 en Ciudad México.
La derrota dejó emocionalmente a Rosario como un barco a la deriva. Problemas legales y de drogas lo mantuvieron inactivo de 1993 a 1997. Aunque retornó al cuadrilátero ese año y ganó cinco peleas, el Padre Tiempo, las peleas duras y los narcóticos le comenzaron a pasar factura.
El 1 de diciembre de 1997, Rosario visitó a su exesposa y a sus hijas. Allí dijo comenzar a sentirse mal. Regresó a casa de sus padres, donde residía desde su separación y se recostó a descansar.
Su madre lo fue a chequear poco después y descubrió que había fallecido. Tenía 34 años.
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